miércoles, 4 de diciembre de 2013

"La Consagración de la Primavera" de Igor Stravinski. Teatro Caupolicán. 03.12.2013


Debido al incendio del Teatro Municipal, se ejecutó en el Teatro Caupolicán. Dirigió en esta oportunidad, don Paolo Bortolameolli
En Wikipedia aparecen estas excelentes palabras:
A diferencia de en los ballets anteriores, obras más “rusas” y menos “rupturistas”, Stravinski se atrevió, en esta obra, a innovar más de cuanto la corriente modernista francesa (una de las vanguardias en aquel momento) se había atrevido a hacer. Su estreno, como podía esperarse, supuso un estrepitoso fracaso: el público comenzó a abuchear la obra cuando ésta aún no había finalizado. La crítica por su parte estaba dividida entre los maravillados modernistas franceses, y los reaccionarios autores románticos y post-románticos, que la consideraron como una sucesión estruendosa e incomprensible de sonidos y ruidos.
La innovación de esta obra se produjo fundamentalmente en varios ámbitos musicales:
  • Ritmo. El autor prescinde de las típicas secuencias que caracterizaban hasta el momento toda obra (por ejemplo: Introducción, Tema principal, Variación 1, Variación 2, ...), adquiriendo una estructura lineal, prácticamente carente de repeticiones. Además, no hay sincronía y acompasamiento ni entre las distintas voces de los instrumentos, ni entre sí mismas a lo largo del tiempo, lo que produce en el oyente esa sensación de imprevisión, impulso, brutalidad y desorden. Por otra parte, los ritmos utilizados se vuelven irregulares por el constante cambio de compás, por el uso de compases complejos o por la utilización de la síncopa para alterar la posición de las partes acentuadas de los compases. Hay pulsación en el ritmo, naturalmente, pero la duración no es siempre la misma y unas son más largas que otras. Esta tipo de figura de pulsación desigual tiene un nombre propio: se llama ritmo Aksak (del turco, "cojo"), y es propia de la tradición de muchos pueblos del este de Europa, ya que los turcos lo llevaron a los pueblos eslavos. De nuevo algo antiguo suena realmente nuevo.
  • Melodía. Sin llegar a la destrucción del sistema de octavas, y la adopción de la música dodecafónica, es frecuente en esta obra el uso de disonancias, así como de líneas musicales (bien de fondo o como figura principal) que no respetan estrictamente las líneas marcadas por las modalidades y las escalas, sino a veces meramente onomatopéyicas, todo con una función figurativa al servicio de una mejor representación plástica. Es importante señalar que para la creación de estas melodías Stravinsky utiliza escalas y modos “antiguos” que se asemejan a los actuales pero en realidad no son del todo ni mayor ni menor. Con ello consigue un cierto efecto de antigüedad. También emplea pocas notas en la escala para crear melodías de poco recorrido (antaño dependían por completo de la voz para ser ejecutadas y no se permitían registros amplios para comodidad del intérprete vocal) y pocos saltos. Además son muy repetitivas. Otras se basan incluso en escalas pentatónicas de 5 notas.
  • Armonía. Como resultado de la superposición de líneas melódicas, la armonía que se obtiene se aparta de la tonalidad clásica. Esta armonía no tiene función estructural, como sucede en Schönberg, sino que muchas veces se compone de una simple acumulación de notas. El uso de estratificación de terceras, o cluster. La obra está cerca del atonalismo pero con un sentido muy estricto, aunque se usen acordes disonantes, con intervalos aumentados o disminuidos, todo tiene un sentido además de la capacidad del autor, para dar brillo a la obra y sacar la sonoridad que se pretende.
  • Orquestación. Stravinsky desarrolla aquí una sonoridad completamente nueva. Abundan los efectos percusivos, agresivos y violentos, desaparece sonido expresivo y melódico de los instrumentos de cuerda y se favorece el predominio de la percusión y los instrumentos de viento, evocadores de una naturaleza salvaje y primitiva. En algunos momentos el uso de los instrumentos de viento madera (corno inglés, flauta contralto) tiene un efecto exótico y evocador. El solo de fagot en el registro agudo con el que comienza la obra ya indica que nos encontramos en un mundo totalmente nuevo en lo que a la sonoridad orquestal se refiere. Otro tipo de recurso instrumental utilizado a menudo en la obra de Stravinsky es la mixtura de sonidos. Esta en concreto entre flauta contralto y violín solo tocando en armónicos una escala pentatónica como las de antes es realmente inusual. Merece la pena destacar igualmente el curioso papel reservado a las cuerdas en esta composición. Los violines, que por lo general son los encargados de llevar el peso de la obra, se limitan prácticamente a funciones de acompañamiento rítmico tocando notas breves y repetitivas, sin participar del protagonismo habitual. De hecho trata la cuerda de un modo rudo y áspero, como un instrumento de percusión.
Debido a su condición de primera obra claramente rupturista, y a la dificultad de su audición (especialmente para los oídos acostumbrados a los compases barrocos, neoclásicos y románticos), esta obra puede considerarse para el oyente como una obra inicial de la música clásica del siglo XX. A partir de Stravinski, el estilo rupturista domina todo el panorama musical europeo en todas sus dimensiones, como la melodía, la forma y el timbre. De hecho, en ninguna otra obra de Stravinski encontramos la misma voluntad de romper deliberadamente contra todo lo anterior, por lo que el escándalo de esta obra no se repetirá.

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