viernes, 30 de marzo de 2012

Opeth en Chile, 28 de Marzo 2012, Teatro Caupolicán, Santiago.





Ya comiendo una chinese food que rondaba desde ayer en el refri, procedo a repasar algunas cosas de anoche.  Escribo para recordar, para revivir la sensación y extenderla un poco más y quien sabe, si llego a ser certero, leerla en un par de años y recordar con facilidad aquel día.

Llegué tarde, o sea aún no empezaba pero me perdí a Mar de Grises, mala cosa, pocas veces se llega a saber donde tocan y cuando se llega a saber ya fue parte del pasado. La apurada valió, incluida mala educación y posterior reto, pero había que llegar. Atrasado subí las escaleras: todo cerrado. Cancha se sabía, segundo nivel me sorprendió. Tercer nivel: al lado de las palomas y con el techo como un mar encima. No acostumbrado a la distancia me desanimé y es sino luego de Face of Melinda cuando recién pude empezar a disfrutar. Algo bajo escuchaba, incluso podía escuchar las conversaciones de los que estaban cercanos. Más desanimado. The Devil´s Orchard y I Feel the Dark apenas las disfruté. Gracias al cielo el animal de costumbre reacciona ante estímulos según como vengan, sin embargo, pagué caro el precio de la tardanza, estos dos primeros temas sonaron impecables, pero no llegué a disfrutarlos del todo. El grandioso “God is Dead” de The Devil´s Orchard y el posterior riff endemoniado que suena como nunca a King Crimson me tiró un balde de agua fría que me hizo reaccionar. El solo de guitarra algo corto del final fue estremecedor. En Heritage mucha suena al rock progresivo de los 60 y 70, pero al más oscuro, algo de sus vecinos de Trettioriga Kriget, otro tanto de Caravan en los episodios más acústicos. Es bien sabido el gusto de Mikael Akerfeldt por el rock de aquellos tiempos, y en este tema la mezcla entre lo antiguo y moderno, teclados psicodélicos que van más allá de una simple atmósfera, más una melodía vocal increíble, más una voz impecable dotada de una fuerza e interpretación por sobre lo muy bueno, dan como resultado un temazo. Repito: una voz perfecta, si hasta los posteriores guturales suenan afinados. Eso se sabe, pero verlo en vivo es corroborar una impresión que se transforma en verdad.

I Feel The Dark, ya me encontró algo tibio, pero su suave oscuridad inicial no era lo que necesitaba, quizás en otro momento, sin embargo la profundidad del teclado de Joakim Svalberg  pude escucharla más que nunca y más aún cuando “empieza nuevamente” el tema seguido de un impactante “Veiled comes the daylight through the glass” gritado con la sutileza propia de un gran intérprete. La tibieza se transformó en agrado con el bajo que va y vuelve junto a “the mother of lies”. El concierto para mí había empezado.


Face of Melinda sonó tan hermoso y triste como siempre, debe ser el tema que se ejecuta con más pasión por parte de la banda. Puede ser una impresión errónea, pero es como si ha toda la banda le gustara realmente aquella composición. Su mágico, tierno y profundamente melancólico inicio despertó algo en cada uno de los que estábamos ahí, removió recuerdos. Face of Melinda debe ser el tema, por decirlo de algún modo, más romántico de Opeth y talvez del metal. Solo Opeth podía hacer algo así, nunca aceptando clasificaciones simples sino expandiéndose a sectores poco ortodoxos dentro de la rama en la cual se los pone. Es un tema que viene del Still Life de 1999, o sea, la experimentación no es algo nuevo. Su potente final fue perfecto, estirando con todo el verso final: “My promise is made but my heart is thine”.

  Luego vino Slither, un tema veloz y algo hardrock o más bien del neoprogresivo más tirado al heavy metal, onda Queensryche o Asia, que debe ser una de las composiciones que menos me agradan de la historia de Opeth, si había que tocar algo más del Heritage, para mi hubiese sido ideal Famine y podrían haber aprovechado para sacar un flautista chileno, ahí si que todo hubiese sido realmente especial (a lo Sting en Viña con Andrés Perez de Contracuarteto). Creo que esa velocidad suena algo falsa y simple. Esa pequeña sensación de malestar pasó rápidamente (menos mal que el tema es corto) con el inicio de Windowpane, tema con el cual se abre uno de mis discos favoritos de Opeth, Damnation, y con el cual se dio por iniciada la temporada de perfectos solos más largos de guitarra ejecutados con maestría y pasión por parte de Fredik Akesson. Un tema suave tal como todo ese álbum, pero que a mitad de él se produce un cambio a notas sumamente oscuras. Ese cambio sonó perfecto, no es fácil hacerlo según me han contado. Un teclado tenebroso, un bajo envolvente, y luego nuevamente la melancolía y un solo de guitarra que desgarra. Teclados y más teclados aletargados y sombríos.

To rid the Disease, sonó increible. Es quizás otro tema que agrada tocar a la banda. “There's innocence torn from its maker /  stillborn, the trust in you” cantado con una afinación envidiable y el posterior “i have lost all trust i had in you” cantado por el público fue uno de los momentos altos de la noche. Luego el precioso solo de guitarra y el lento bajo de Martin Mendez, el fuerte piano, un ritmo simple pero poderoso de Martin Axenrot, para pasar a la liberación del tema y nuevamente los versos y armonías vocales. Un tema deseado por mi parte y disfrutado a rabiar.

Burden fue la sorpresa mayor, no imagine que lo tocarían. Es algo alejado de lo que está haciendo Opeth actualmente. Otra composición muy romántica y por sobre todo épica, que tiene algo de heavy metal y quizás algo de pop romántico, aunque suena extraño decirlo. Con un teclado desquiciado por algunos pasajes fue uno de los temas más cantados por el público. “A broken line but underlined” genial. Luego vino otro del Heritage, The lines in my Hand, bajo perfecto del uruguayo. Ahora este tema adolece de un problema para mi gusto: la repetición de la frase “We are dying in the wake of gods and decrees reamin arcane / And everything around as is a consequence of pain” adornada entre medio de diferentes formas y por los distintos instrumentos. La segunda parte del tema es de una gran velocidad que sonó tremenda. Sin embargo, es otro tema que no me gusta mucho, salvo su final.

En este momento dos cosas saqué en limpio: El setlist que venían tocando estaba siendo felizmente modificado, eso por el lado bueno, por el lado malo: el tiempo que se tomaban entre cada tema era demasiado extenso. Comprendo la dificultad en la ejecución de cada tema y el cambio de afinación en las guitarras pero la verdad es que quitaba continuidad al show. Ahora, muchos deben agradecer aquella espera ya que permitieron al público escuchar los soliloquios de Mikael, a mi por lo menos me agrada más la continuidad y escucharlo no me molesta, pero fue mucho.

A esa altura, la modificación del setlist según el que se creía me hacía creer que ya no tocarían uno de los mejores temas del Heritage: Folklore. Me equivoqué y vino a continuación. Es otra obra que se nota disfrutan al tocar. “And you will see what you mean to me” se canto con el corazón. Esa guitarras en escala descendente y repetitiva es espectacular, tanto o más que la vocalidad de la letra. El cambio de ritmo fue otro momento inmenso que se vio interrumpido por un hecho extraño pero gracioso: se le soltó la guitarra a Mikael (no fue tan grave como cuando a Layne Stanley le cambió la letra a Sludge Factory en el Unplugged, pero igual interrumpió). Pasado lo indicado, volvió a sonar esa atmósfera oscura de teclados, seguida de un bajo vigoroso y el posterior solo de guitarra. Se notó que era un tema esperado por todos.

  Luego vino la enérgica The Grand of Conjuration, dando paso al lado más metal del concierto, algo que se necesitaba por muchos. El riff pesado taladró despiadado y las cabezas quizás por primera vez se empezaron a agitar con violencia. Los guturales de Mikael son impresionantes, tienen una profundidad pocas veces escuchadas. Lo más interesante de estos gritos es que son hechos, además de  ser ejecutados con gran técnica, con una afinación precisa. El solo de guitarra fue muy pulcro. Un “Whispered conjuration A belief takes form” más que lúgubre. La pasada a la velocidad extrema fue brutal y con ella una cantidad de guturales descomunales. La suavidad del susurro de “ Say my name / Ease the pain / Clear the smoke / In my head”, interrumpido por un poderoso final, aderezado de una bateria descomunal.

The Drapery Falls fue un descanso a la exquisita violencia anterior, y con su inicio ya removió sentimientos de dulzura en cada uno. Esa guitarra aletargada es una genialidad. “Please remedy my confusion” fue un ruego cantado por todos los que habitamos por ese instante ese lugar. Y el “Pull me down again / And guide me into pain” lo fue aún más. Un tema dominado por las armonías vocales y que yo esperaba con ansias, guturales incluidos, y más aún esa parte desquiciada que tiene, completamente a contratempo. Luego el metal extremo con guturales y batería colosal, pasando de la suavidad de “Waking up to your / sound again / And lapse into the ways of misery” a las mismas notas que dan origen al tema. Un temazo redondo como un sol que finalizó con un coro del público conmovedor casi hasta las lágrimas.


Terminando el tema anterior, salieron del escenario para volver y finalizar con Deliverance, su atronador comienzo sonó más cruel que nunca, el doble pedal estalló en nuestros oídos, y el gutural dio paso a la suavidad de las guitarras y el hermoso verso “Walk with me,  / you'll never leave/ Wait to set your spirit free”. Tremendo. La voz que se aleja decantó el momento progresivo con “Your memory is nothing but the scars on me”, al igual que “Your salvation's found in a sinner's deed”. La delicadeza de “Deliverance Laughing at me” se ve interrumpida y desencadenada por el metal extremo y tal como dice el tema, la insanidad misma.  El final de Deliverance es ensordecedor donde se escuche pero en vivo es contagiosamente violento. Un riff que incita hasta al más tímido.

Fue un concierto tremendo, violento por momentos y suave y dulces por otros, tal como es Opeth, tal como es la vida misma. Un setlist que dejó poco o nada afuera, totalmente representativo de la banda sueca. Un gran momento. Inolvidable por cierto y toda la cantidad de adjetivos que se le pueden dar a un grupo que está y ha estado desde hace mucho en la cima. Larga vida a Opeth y que sus composiciones perduren más allá de la historia misma.

lunes, 26 de marzo de 2012

Lo que se viene: Opeth.


Hay cuatro bandas que hoy por hoy llevan adelante una parte de la música, el llamado rock/metal progresivo, las 4 tienen el valor de experimentar a niveles que ni siquiera a sus seguidores les puede gustar en demasía, pero eso mismo es lo que las hace ser más grandes que otras: Una de ellas es Porcupine Tree (aunque el último disco dejó bastante que desear), otra es The Mars Volta (idem a la anterior, siendo este más bien malo, aunque con la calidad de los anteriores más los trabajos de Omar Rodriguez-Lopez se les perdona hasta 10 discos seguidos malos), otra es Mastodon (la cual está en mejor pie que las anteriores, un paso arriba quizás, en el climax de su carrera debido principalmente a sus dos últimos discos: la maestría Crack in the Skye y The Hunter). Finalmente, la última de las bandas es la que se presenta mañana en el Caupolicán, es decir, OPETH.

Por mi parte desearía que se cargaran a los temas más melódicos, incluso los más melancólicos y oscuros, aquellos de composiciones más complejas, y no tanto hacia aquel lado bastante más violento y metal, o que tocaran aquellos en que se experimenta más. Por eso, ojalá tocaran entero su último disco, Heritage, ya que en este se cumple con todos los requisitos que exijo. No sería malo que se pasaran por temas como Patterns in the Ivy II, o por In My Time of Need, Harvest o Hope Leaves, grandes temas que representan como nadie el progresivo más oscuro, quizás peliando en la cima solo con Anekdoten.

Ahora, el setlist de mañana es más que claro, echando una mirada por la web queda claro que él está completamente acordado de antemano: están tocando casi los mismos temas.

El setlist para esta gran banda pareciera que será el siguiente:

The Devil's Orchard (“Heritage”, 2011)
I Feel the Dark (“Heritage”, 2011)
Face of Melinda (“Still Life”, 1999)
Slither (“Heritage”, 2011)
Credence (“My Arms, Your Hearse”, 1998)
To Rid the Disease (“Damnation”, 2003)
The Lines In My Hands (“Heritage”, 2011)
Folklore (“Heritage”, 2011)
Heir Apparent (“Watershed”, 2008)
The Grand Conjuration (“Ghost Reveries”, 2005)
The Drapery Falls (“Blackwater Park”, 2001)
Deliverance (“Deliverance”, 2002)

 No es malo y completamente representativo de la banda. Ahí estaremos.

jueves, 15 de marzo de 2012

Masada (John Zorn) en Chile, 14 de Marzo 2012, Teatro Caupolicán, Santiago.




       Fila 10, Asiento 10. Buenos números me acompañaban. Nada de estar parados, a Zorn se lo contempla, así que todos sentados, tal como cuando se lee un libro, se ve una película  o se piensa un poema. Minutos antes de empezar el ambiente es de exquisita ansiedad, pocos conversan, muchos se miran, expectantes, rostros algo incrédulos ante la irrealidad que se convertía en realidad: John Zorn, el más connotado compositor docto jazzístico avant-garde (y todos sus experimentos y nomenclaturas, pasando incluso por el death metal) en Chile. Y el que no lo ha escuchado de eso se pierde ni más ni menos. Más de 200 discos lo avalan. Nueve en punto sale Zorn y compañía, o más bien Masada en pleno, aunque componga y se trate de un proyecto creado totalmente por Zorn. El equipo formaba así: Dave Douglas en trompeta, Greg Cohen en contrabajo, Joey Baron en batería y el capitán John Zorn en saxofón alto. Tremendo ensamble.
        Masada es una banda compleja de jazz, en la cual se mezcla el klezmer (música judía), el free jazz, la vanguardia y la improvisación, siendo estos solo los ingredientes principales ya que tienen tantas influencias como música existe. Jazz étnico. Una influencia clara en Masada, así como casi todo el trabajo de Zorn, es la obra del majestuosísimo y adoradísimo Ornette Coleman, o sea, avant-garde jazz y free jazz puro y duro, violento, veloz, radical y rebelde. Claro es que esa es una parte de Masada ya que por otros pasajes la influencia de las raíces jewish se sienten con notoria fuerza.
         Me es difícil indicar que composiciones se llevaron a cabo. Un setlist es siempre complejo de señalar tratándose de Masada, tanto por la improvisión como por su extensa discografía que comprende diez discos de estudio (todos de títulos de letras del abecedario hebreo: Alef, Dalet, Tet, etc.), más los discos del Book 2, sumado a un sin fin de discos en vivo, en los cuales la improvisación pasa a veces a ser composición, otras tantas toman temas de otros ensambles de Zorn como Bar Kokhba, Masada String Trio o de Electric Masada (y viceversa), y solo después de buscar lo he encontrado:
01- Tharsis (no editada)
02- Sippur (The Circle Maker: Issachar, Masada String Trio)
03- Mibi (Azazel: Book Of Angels Vol. 2, Masada String Trio)
04- Rahtiel (Stolas: Book of Angels Volume 12, Masada Quintet featuring Joe Lovano)
05- Beeroth (Masada Vol. 05: Hei)06-Kochot (Masada Vol. 09: Tet)
07- Tagriel (Stolas: Book of Angels Volume 12, Masada Quintet featuring Joe Lovano)
08- Haamiah (Stolas: Book of Angels Volume 12, Masada Quintet featuring Joe Lovano)
09- Hath-Arob (Masada Vol. 07: Zayin)
10- Psisya (Stolas: Book of Angels Volume 12, Masada Quintet featuring Joe Lovano)



          Esta vez todo se trata de una cosa. Acá no hay egos ni personajes. En el Caupolicán solo existió una cosa: MÚSICA, con letras más que mayúsculas, como si fueran pintadas sobre la cordillera. Solo de eso se trata ahora y más que nunca. No hay pirotecnia, no hay caretas, no hay grandes juegos de luces, tal como con una orquesta sinfónica, esta vez se trata solo del sonido y la interpretación. Tocan y gozan, tratan de superar la limitación que asigna el momento y el ritmo que lleva el otro, incluso se desafían en un juego que se impone por admiración y destreza, por superar, no por triunfar sino por hacer crecer al otro.
         Nada de lo que se pueda escribir o decir hará verdadera justicia. Todo es poco, incluso obtuso.
         Mil técnicas, mil sonidos incluso los imposibles, los secretos, los que no se escuchan en nadie más. Años de trabajo y experimentación con el saxofón han llevado a Zorn a ser un mago, que saca y saca trucos de su sombrero de bronce. Escalas larguísimas, tonos agudisisisisisimos, violentos por momentos y suaves por otros, acordes que recuerdan a su trabajo en Naked City y al segundo siguiente rememoran composiciones dignas del Ballads de Coltrane. Técnicas ortodoxas y por otras completamente anti-académicas, como cuando tapa con la pierna la campana del saxofón, o como cuando juega con la boquilla o más bien la caña, casi como succionándola, provocando un ruido extraño pero de una vitalidad enorme. Escalas que no solo avanzan, pasando por cuanta llave o platillo se apriete, sino que crecen en volumen, llegando a tonos graves de gran profundidad que llegan remecer a quien lo escucha. No solo un demonio habita en su boca, dedos y alma, sino que existe otra cosa, algo extraño y oculto, hermoso a la vez, que transmuta en vida al tomar su instrumento y que desaparece inmediatamente una vez utilizado, algo proveniente sin duda de tierras a los que pocos acceden.
          Greg Cohen es quien talvez pone la parte melancólica al conjunto. Su contrabajo suena antiguo, suena a recuerdos, a vidas pasadas reunidos en él. Es como si tantos que como él se hicieron del instrumento (o el instrumento se hizo de ellos) trataran se posarse sobre sus cuerdas. Un halo de tranquilidad lo rodea, algo de tristeza también. Algo que quizás proviene del malogrado en su momento pueblo judío, puede que me equivoque pero sus notas saben a dulce congoja, y aquellas tiñen por instantes de desconsuelo el sonido de Masada. Parte esencial del grupo.
         En la trompeta se encontraba Dave Douglas, quien parece ser el más recatado, no en cuanto a su capacidad interpretativa ni menos a su habilidad con el instrumento que no están bajo ningún respecto en duda, sino que me refiero a su especial personalidad que es más bien de músico y de artista trabajado, no denota una locura desmedida como ocurre con los otros integrantes, y si la tuviera es de aquellas demencias que se manifiestan a través de estados de tranquilidad, algo más de contemplación, que a veces rompe con tonos y técnicas imposibles, sumado a un juego de dedos rapidísimos. En los momentos suaves recuerda perfectamente al Miles Davis de Blue in Green (tema del Kind of Blue) y en los momentos más veloces se le nota comodísimo, al igual que en la improvisación. Gran y tranquilo músico.

       Joey Baron era a quien yo más esperaba, su locura y disposición a la destrucción / construcción es más que llamativa. Claro, a Zorn lo esperaba pero por Baron había otra cosa: Sorpresa, eso quería, que me sorprendiera tal como tantas veces lo ha hecho, ya sea con Fred Frith en el Allies, con Zorn en incontables veces (Spy Vs Spy, para que hablar más), en Naked City, en cuanto conjunto me lo he topado, etc. Es talvez sus gestos al tocar, pasando de la risa algo inocente a la concentración total, a sus técnicas, a su improvisación y su espectacular ritmo. Un niño jugando con tierra y agua. O quizás es cariño derechamente por ser el baterista de una de mis bandas favoritas: The Moonchild Trio. Un genio más que dotado técnicamente, y con aquella hace y deshace. Un espectáculo ver como disfruta tocando.
      Fila 10, Asiento 11, me corrieron un asiento, igualmente mis números son buenos. Zorn ha dejado que toquen, que se explayen en su destreza, otras veces se ciñen a la composición, otras el dirige a gusto y con fuerza, con un par de señas todo se comprende. Zorn anima a Baron a que toque con mayor velocidad. Parece todo tan fácil. Un equipo perfecto, todos agregan, además de su instrumento, su toque, su personalidad al ensamble, su esencia. Cuatro partes de una máquina ideal. Eso es Masada y un millón de cosas más. 10.20 termina el show después de salir del escenario por tercera vez. Un poco corto, más bien bastante. Una hora y veinte es poco, pero aunque hubiesen sido 2 o 3 horas igual hubiese quedado con gusto a poco, puesto que con Zorn siempre hay mucho paño que cortar.

lunes, 12 de marzo de 2012

Luz y Sombra en Cannes.


         Uqbar Editores en su Colección de Cine tiene una serie de libros maravillosos. Todos de excelente calidad y de una edición magistral. ¿Qué es el cine moderno?, El Cine de Raúl Ruiz, Evidencia Física, El Cine de Patricio Guzmán, son algunos nombres de la colección que he tenido en mis manos. La mayoría de ellos nacidos a partir de la unión del Festival de Valdivia y la editorial, todo conjugado por alguien que algo sabe de cine: Ascanio Cavallo (aunque hoy por hoy es un crítico algo superado).
El libro, que aún no termino, trata de las peripecias de dos críticos argentinos: Quintín y Falvia de la Fuente. Esta pareja son creadores de la revista de crítica de cine "El Amante", y que en esta oportunidad se reunen textos escritos durante 9 años seguidos en el Festival de Cannes, desde 1997 hasta 2005. 
        Lo genial del libro es que no solo se trata de crítica pura y dura, sino que también de casualidades que se dan en aquel mundo, de situaciones incómodas y agradables conjugadas en todo momento con críticas de películas que ven cada día. Seis por día en algunas oportunidades. Comidas en restaurantes malos y otras en buenos, todo una vida nueva ante las pantallas del festival francés. En muchos momentos queda claro que lo bien o mal que lo pasan se determina según si las películas son buenas o malas. Críticas furiosas, a veces despiadadas, otras (las menos) solo salen aplausos, y así, el que ve muchas películas sabe de que estoy hablando: La esperanza inagotable de ver algo realmente bueno.
            Todo se analiza desde un punto de vista que a mi me agrada más que todo, y es el hecho de que se habla de vanguardia, se premia y se aplaude lo nuevo, lo joven, lo atípico, y por el contrario se basurea lo académico y la sensibleria a punta de escenas sacadas de teleserie. Eso, por lo menos a mi me agrada, ya que hace sentir que no solo a uno le interesa lo extraño y original, sino que a muchos. Si llegan a escribir en un momento algo así como esto: "Mientras más abstracto mejor". Todo aderezado con cuotas de humor de gran talento, magnificamente escrito, perfecto. Siempre, sin embargo, ante la cruel realidad: La mayoría de las películas son malas y tan solo un puñado es realmente digno de ver.
      Ahora, claro está, si alguien quiere leer este libro tiene que tener muchas películas sobre el cuerpo, muchas Palmas de Oro, Premios del Jurado, mucho cine oriental, mucha vanguardia noventera, mucho de cine iraní, poco francés (da lo mismo), de Manoel de Oliveira hasta Tsai Ming Liang, en resumen te tiene que gustar mucho el cine sino vas a perder el tiempo ante un oceano de directores, años y películas. Escrito para aquellos que incluso preferimos no salir por ver una película, que lo preferimos por sobre los amigos, incluso, jajaja, por sobre las mujeres (a veces) y que somos capaces de ver hasta unas 15 películas un fin de semana, parando solo para ir al baño o cocinar, y que nada más importa sino solo la imagen en movimiento en la pantalla.

    No escribo más, y sigo leyendo, y luego mirando algo, quién sabe, quizá me encuentro ante una obra maestra y ahora solo pierdo inutilmente el tiempo escribiendo algo que a pocos le interesa.