jueves, 15 de marzo de 2012

Masada (John Zorn) en Chile, 14 de Marzo 2012, Teatro Caupolicán, Santiago.




       Fila 10, Asiento 10. Buenos números me acompañaban. Nada de estar parados, a Zorn se lo contempla, así que todos sentados, tal como cuando se lee un libro, se ve una película  o se piensa un poema. Minutos antes de empezar el ambiente es de exquisita ansiedad, pocos conversan, muchos se miran, expectantes, rostros algo incrédulos ante la irrealidad que se convertía en realidad: John Zorn, el más connotado compositor docto jazzístico avant-garde (y todos sus experimentos y nomenclaturas, pasando incluso por el death metal) en Chile. Y el que no lo ha escuchado de eso se pierde ni más ni menos. Más de 200 discos lo avalan. Nueve en punto sale Zorn y compañía, o más bien Masada en pleno, aunque componga y se trate de un proyecto creado totalmente por Zorn. El equipo formaba así: Dave Douglas en trompeta, Greg Cohen en contrabajo, Joey Baron en batería y el capitán John Zorn en saxofón alto. Tremendo ensamble.
        Masada es una banda compleja de jazz, en la cual se mezcla el klezmer (música judía), el free jazz, la vanguardia y la improvisación, siendo estos solo los ingredientes principales ya que tienen tantas influencias como música existe. Jazz étnico. Una influencia clara en Masada, así como casi todo el trabajo de Zorn, es la obra del majestuosísimo y adoradísimo Ornette Coleman, o sea, avant-garde jazz y free jazz puro y duro, violento, veloz, radical y rebelde. Claro es que esa es una parte de Masada ya que por otros pasajes la influencia de las raíces jewish se sienten con notoria fuerza.
         Me es difícil indicar que composiciones se llevaron a cabo. Un setlist es siempre complejo de señalar tratándose de Masada, tanto por la improvisión como por su extensa discografía que comprende diez discos de estudio (todos de títulos de letras del abecedario hebreo: Alef, Dalet, Tet, etc.), más los discos del Book 2, sumado a un sin fin de discos en vivo, en los cuales la improvisación pasa a veces a ser composición, otras tantas toman temas de otros ensambles de Zorn como Bar Kokhba, Masada String Trio o de Electric Masada (y viceversa), y solo después de buscar lo he encontrado:
01- Tharsis (no editada)
02- Sippur (The Circle Maker: Issachar, Masada String Trio)
03- Mibi (Azazel: Book Of Angels Vol. 2, Masada String Trio)
04- Rahtiel (Stolas: Book of Angels Volume 12, Masada Quintet featuring Joe Lovano)
05- Beeroth (Masada Vol. 05: Hei)06-Kochot (Masada Vol. 09: Tet)
07- Tagriel (Stolas: Book of Angels Volume 12, Masada Quintet featuring Joe Lovano)
08- Haamiah (Stolas: Book of Angels Volume 12, Masada Quintet featuring Joe Lovano)
09- Hath-Arob (Masada Vol. 07: Zayin)
10- Psisya (Stolas: Book of Angels Volume 12, Masada Quintet featuring Joe Lovano)



          Esta vez todo se trata de una cosa. Acá no hay egos ni personajes. En el Caupolicán solo existió una cosa: MÚSICA, con letras más que mayúsculas, como si fueran pintadas sobre la cordillera. Solo de eso se trata ahora y más que nunca. No hay pirotecnia, no hay caretas, no hay grandes juegos de luces, tal como con una orquesta sinfónica, esta vez se trata solo del sonido y la interpretación. Tocan y gozan, tratan de superar la limitación que asigna el momento y el ritmo que lleva el otro, incluso se desafían en un juego que se impone por admiración y destreza, por superar, no por triunfar sino por hacer crecer al otro.
         Nada de lo que se pueda escribir o decir hará verdadera justicia. Todo es poco, incluso obtuso.
         Mil técnicas, mil sonidos incluso los imposibles, los secretos, los que no se escuchan en nadie más. Años de trabajo y experimentación con el saxofón han llevado a Zorn a ser un mago, que saca y saca trucos de su sombrero de bronce. Escalas larguísimas, tonos agudisisisisisimos, violentos por momentos y suaves por otros, acordes que recuerdan a su trabajo en Naked City y al segundo siguiente rememoran composiciones dignas del Ballads de Coltrane. Técnicas ortodoxas y por otras completamente anti-académicas, como cuando tapa con la pierna la campana del saxofón, o como cuando juega con la boquilla o más bien la caña, casi como succionándola, provocando un ruido extraño pero de una vitalidad enorme. Escalas que no solo avanzan, pasando por cuanta llave o platillo se apriete, sino que crecen en volumen, llegando a tonos graves de gran profundidad que llegan remecer a quien lo escucha. No solo un demonio habita en su boca, dedos y alma, sino que existe otra cosa, algo extraño y oculto, hermoso a la vez, que transmuta en vida al tomar su instrumento y que desaparece inmediatamente una vez utilizado, algo proveniente sin duda de tierras a los que pocos acceden.
          Greg Cohen es quien talvez pone la parte melancólica al conjunto. Su contrabajo suena antiguo, suena a recuerdos, a vidas pasadas reunidos en él. Es como si tantos que como él se hicieron del instrumento (o el instrumento se hizo de ellos) trataran se posarse sobre sus cuerdas. Un halo de tranquilidad lo rodea, algo de tristeza también. Algo que quizás proviene del malogrado en su momento pueblo judío, puede que me equivoque pero sus notas saben a dulce congoja, y aquellas tiñen por instantes de desconsuelo el sonido de Masada. Parte esencial del grupo.
         En la trompeta se encontraba Dave Douglas, quien parece ser el más recatado, no en cuanto a su capacidad interpretativa ni menos a su habilidad con el instrumento que no están bajo ningún respecto en duda, sino que me refiero a su especial personalidad que es más bien de músico y de artista trabajado, no denota una locura desmedida como ocurre con los otros integrantes, y si la tuviera es de aquellas demencias que se manifiestan a través de estados de tranquilidad, algo más de contemplación, que a veces rompe con tonos y técnicas imposibles, sumado a un juego de dedos rapidísimos. En los momentos suaves recuerda perfectamente al Miles Davis de Blue in Green (tema del Kind of Blue) y en los momentos más veloces se le nota comodísimo, al igual que en la improvisación. Gran y tranquilo músico.

       Joey Baron era a quien yo más esperaba, su locura y disposición a la destrucción / construcción es más que llamativa. Claro, a Zorn lo esperaba pero por Baron había otra cosa: Sorpresa, eso quería, que me sorprendiera tal como tantas veces lo ha hecho, ya sea con Fred Frith en el Allies, con Zorn en incontables veces (Spy Vs Spy, para que hablar más), en Naked City, en cuanto conjunto me lo he topado, etc. Es talvez sus gestos al tocar, pasando de la risa algo inocente a la concentración total, a sus técnicas, a su improvisación y su espectacular ritmo. Un niño jugando con tierra y agua. O quizás es cariño derechamente por ser el baterista de una de mis bandas favoritas: The Moonchild Trio. Un genio más que dotado técnicamente, y con aquella hace y deshace. Un espectáculo ver como disfruta tocando.
      Fila 10, Asiento 11, me corrieron un asiento, igualmente mis números son buenos. Zorn ha dejado que toquen, que se explayen en su destreza, otras veces se ciñen a la composición, otras el dirige a gusto y con fuerza, con un par de señas todo se comprende. Zorn anima a Baron a que toque con mayor velocidad. Parece todo tan fácil. Un equipo perfecto, todos agregan, además de su instrumento, su toque, su personalidad al ensamble, su esencia. Cuatro partes de una máquina ideal. Eso es Masada y un millón de cosas más. 10.20 termina el show después de salir del escenario por tercera vez. Un poco corto, más bien bastante. Una hora y veinte es poco, pero aunque hubiesen sido 2 o 3 horas igual hubiese quedado con gusto a poco, puesto que con Zorn siempre hay mucho paño que cortar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario