jueves, 19 de abril de 2012

Steven Wilson en Chile, 18 de Abril del 2012, Teatro Caupolicán.



Al llegar una tremenda playa monocromática nos daba la bienvenida a lo que puede ser el mundo de Steven Wilson. Oscura y amplia, casi infinita. La arena del mar o del desierto se muestra apacible como si estuviera a la espera de algo que transforme esa tranquilidad y otorgue respuesta a un furioso mar o al incontrolable viento. Las arenas de Wilson se deslizan por todos los ámbitos desde el ambient de Bass Communion hasta el metal progresivo de sus proyectos solistas, pero no se traducen esas diferencias solo a bandas, sino que en cada una hace explícita esa diversidad sónica. Un pequeño grano de arena es parte importante en un todo, cada nota, cada sonido forma el único y complejo universo compositivo de este delgado inglés.
 Un mar terrible amenazó aquellas tranquilas arenas con “No Twilight Within The Courts of the sun”, haciendo que toda la densa fiesta comenzara, un gran Adam Hotzman se lucía en un solo de teclado. Un Wilson que pocos minutos antes había ingresado al escenario, luego de los restantes 4 integrantes, se percibía algo apático producto de una malla que formaba parte de aquello que ya Pink Floyd hace años intentaba graficar: la distancia entre lo que se ve y lo que es realmente, o una muralla de incomunicación entre lo que debiera conectarse, una venda en los ojos de todo el mundo. Wilson, es sabido, no solo le importa la música, sabe muy bien que la estética, luces, pantallas, etc., componen un conjunto que da valor agregado a un show que musicalmente por si solo ya es de lo mejor que se ha escuchado.
Luego, la tormenta dio paso a otro matiz en la escala de colores de Wilson: La algo industrial “Index”, para que luego las tranquilas arenas se dejaran llevar por afectuosas y dulces brisas que hacían volar poco a poco las partículas de la eterna erosión: “Deform to Form Star” sonó conmovedora, esperanzadora y profundamente tierna y emotiva, así como también dio paso a ese lado algo femenino de Wilson, o andrógino, que se confunde en un juego de ambigüedad y extrema sensibilidad. Estas dos piezas dieron la sentencia: Wilson es un buscador incansable de la perfección.


“Sectarian” se inició con sus conocidas tinieblas, dando luego cabida a un largo solo de teclado para dar paso, por segunda vez, a la extraña (experimentación rítmica) y cortante violencia de esa pieza, que en gran medida se debe a la batería de Marco Minnemann y al bajo sobresaliente de Nick Beggs, sumado a un juego de luces extraordinario que otorgaba una atmósfera ya no solo lóbrega sino también poderosamente tenebrosa, una playa abandonada en el fin del mundo, el abandono en el desierto, y así sacar la venda que existía entre Wilson y su público ¿La venda dejó de existir o es que ahora solo no es visible?. No es algo fácil de responder con palabras y es por ello que “Postcard” sonó a una serena y consoladora explicación a un mundo que vaga sin gusto a nada y a todo a la vez.
“Remainder The Black Dog” y su paranoica suavidad inicial acompañada de unos orgánicos y atmosféricos sonidos (como gran parte de la noche) provocados por Niko Tsoney, luego un Theo Travis (Genio, virtuoso, maestro y todos los adjetivos que pudiesen demostrar lo grande que puede llegar a ser) que daba toques de jazz al concierto con unas escalas maravillosas en su clarinete, que desenterraban sentimientos lisérgicos, más aún al finalizar el tema con su flauta traversa completamente drogada en flutter tonguing. “Harmony Korine”sonó en su poderoso valor de single con su letra ambigua y eterea, despertando incluso a los que poco sabían que hacían ahí. Pasadas estas dos violentas odiseas se asomaron nuevamente las tranquilas partículas en suspensión de “Abandoner” (salvo aquella escena lúgubre y caótica del final) y “Veneno para las Hadas”, que nos llevaron a la calma que viene luego de una inclemencia, nuevamente nos encontramos caminando solos por una arena inquieta, dejando nada atrás, ni siquiera nuestras huellas, nada pesamos en ese baile melancólico.


A continuación Wilson y compañía presentó un nuevo tema: “Luminol”. Un tema que obviamente hay que escuchar un par de veces más para intentar siquiera hablar de él, pero que a primera escucha sonó bastante agresivo y progresivo, lo cual siempre es bienvenido.
Luego vino “No Part of Me” que con la belleza de “ I know that love for you was just security / There´s NO PART of me in you” y un stick tremendo de Nick Beggs cautivó a todo un coro nacional,  y finalizó con un solo de clarinete de Theo Travis que dejó boquiabierto hasta al mismo John Coltrane en el otro mundo, sobre todo por su growling demencial.
Con “Raider II” se desató una tempestad, una tormenta de arena, una catástrofe sónica de abismante oscuridad en su inicio tenebroso (casi fílmicamente de terror). La tormenta poco a poco fue entrando por nuestros sentidos, con un Wilson que cantaba enrabiado, una intermitente flauta traversa de Travis que parecía un encantamiento mágico, un coro de teclado, para pasar a la lisérgica violencia de metal progresivo que impresionó por su fuerza descomunal en un ascenso musical que llega hasta un universo sónico devastador. Travis hizo nuevamente de las suyas con un solo de saxofón soprano de dimensiones tremendas que rozaban la genialidad. Entre el viento, el reventar impetuoso de las olas, la endemoniada arena, era difícil comprender la magnitud de lo que se vivía y solo el instinto inconsciente emanaba a pasos animales con vehemencia de dementes. Más de veinte minutos de una composición que desearía fuera eterna. No quedaba otra al finalizar el tema que aplaudir de pie a rabiar a estos maestros, a insultarlos en éxtasis de admiración, a gritarles en su cara lo geniales que podían llegar a ser. La orgía sónica había sido de tamaños insospechados, ya que rara vez algo en la vida puede llegar a tener tanto valor. Aquellas sensaciones sin duda serán irrepetibles.


Uno a uno fueron desapareciendo del escenario, para volver luego del aullido al unísono de un público que deseaba mucho más luego del anterior “Raider II”, así que aparecieron nuevamente en escena aplicándose en “Get all you Deserve” cada uno con distintas máscaras bizarras, en una composición suave y simple en un principio pero que da lugar a un precipicio sónico de distorsión, efectos de guitarras realizados con locura por parte de Niko Tsoney, la tormenta se había desatado nuevamente, teclados embrujados, y un sinnúmero de ruidos que conforman un salto al vacío desde el cielo a un remolino de deseos, de cosas perdidas, un torbellino de ausentes con el cual nuevamente terminaron, se despidieron y se retiraron.
Las arenas parecían que ya no se agitarían, sin embargo, Steven Wilson volvió con su guitarra electroacústica, y demostró que se debe en plenitud a su público, sabe que muchos (sino todos) llegaron a él a través de Porcupine Tree y por ende no puede dejar de satisfacer de algún modo esa terrible necesidad. Es por ello que tocó primero “Lazarus” y su “Follow me down to the valley below / You know / Moonlight is bleeding / From out of your soul” sonó como una plegaria, como un ruego elevado al cielo, y luego “Trains” logró lo que debe lograr una composición como ella, o sea, su aparente simpleza y su conmovedora melodía nos llevaron incluso a la emoción más profunda que se hermana de algún modo al llanto. Un tema final esperado, y que satisfizo de algún modo un deseo proveniente desde hace muchos años.


Steven Wilson más allá de ser un gran músico, compositor, interprete, guitarrista, vocalista, tecladista, etc., es un ser humano tremendo: es capaz de entregarse en una presentación por completo, más allá de lo musical (porque suena muy cercano a la perfección o en ella misma) ya que está preocupado hasta del más mínimo detalle en su show, ya sea de las visuales, las luces, colores, si incluso las visuales están desde que uno llega al establecimiento. Eso demuestra que te estima, que te considera algo esencial en él, y por ello es que te premia, te regala todo lo anteriormente dicho. Steven Wilson se traía algo tremendo entre manos y fue recibido con los brazos más que abiertos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario