martes, 4 de junio de 2013

Pat Metheny - Tap: The Book of Angels vol. 20 (2013, Tzadik/ Nonesuch)


El Book of Angels: Book II es bastante heterogéneo: da para todo, claramente esto en el buen sentido de lo aquello puede significar. Y es más tiene medidas incalculables según lo que pase por la cabeza de Zorn (quien en un momento pensó que 200 composiciones eran pocas y se lanzó por otras 100, bueno y que siga), y por aquella mente pasan muchas cosas pero todas basadas en determinados pilares: La cultura radical judía, el Jazz (free, rock o fusión), el talento y la belleza (aunque esta sea oscura y extraña por momentos). Este Book incluye cosas algo simples en apariencia como el volumen 13 llamado Mycale (cuarteto de solo voces, incluso partes de español producto de una cantante argentina) o el trabajo de piano de Uri Caine en el volumen 6, hasta algunas cosas más “violentas” como el de Shanir Ezra Blumenkranz (vol. 19) o el de Banquet of the Spirits (Caym, vol. 17) dotado de un jazz-fusión-rock de enorme poder, mi favorito.En esta ensalada de músicos y estilos cabe de algún modo el sonido de Pat Metheny, que en un principio tiendo a pensar en algo de incompatibilidad, ya que su sonido siempre ha sido bastante accesible, incluso luminoso por regla general, aunque siempre de gran calidad. Obviamente es el jazz lo que los une pero parecieran de corrientes paralelas que pocas veces se topan. Pero hay dos cosas que los unen: La admiración mutua y el talento. Es este último el que hace que Tap sea un excelente disco, variado en ritmos y armonías, en estilos y técnicas, en afecciones y deseos, en dolor y en alegría, muestra de un estilo musical que nace de un pueblo, el judío, y tal como ese concepto, lleno de matices y tonos.Me tomaré la libertad de escribir algunas cosas que llamaron mi atención sobre las composiciones: Mastema: Una base rítmica repetitiva de batería y bajo, que da lugar al exquisito sonido del sitar y luego a guitarras distorcionadisimas, y que en su parte más suave se adorna con algo que pareciera una sirena de aquellas de la Segunda Guerra Mundial; Albim: Una melancólica creación que se inicia con guitarra acústica, para luego seguir con esa misma tonalidad sumando batería y contrabajo. Una perfecta ejecución de Metheny, que finaliza de una forma completamente atonal que recuerda a Alban Berg y a Webern. Un bellísimo tema. Tharsis: Es alegría, es baile. Son mujeres danzando en círculos sobre si misma. Hay algo ancestral en su inicio, para luego dar paso a esos teclados característicos de Metheny. Para finalmente volver sobre las notas iniciales pero ejecutadas de forma más veloz. Intrigante decisión. Gran trabajo de quien mixeó el disco: Pete Karam; Es Sariel quizás el tema más épico del disco, con solos de guitarra que colaboran aún más a darle esa característica, más de 11 minutos de una gran composición que solo da descanso en una especie de interludio casi en su mitad; El caso de Phanuel es especial, un tema experimental y sin armonía ni ritmo en sus primeros minutos, un ambient bastante noise por segundos que se desenlaza en una suave guitarra acústica. Una composición oscurísima que viene a ser una especie de tapabocas para aquellos que creíamos imposible ver en Metheny algo hermético y lóbrego. Finaliza el disco con Hurmiz, un tema que realmente agradezco debido a lo que me he volcado hace unas semanas. Siempre había escuchado free jazz o jazz avant-garde pero nunca me había dado una loca obsesión por él. En estos días no he hecho otra cosa que escuchar ritmos atonales, serialistas, improvisaciones, ejecuciones poco convencionales y ausencias de estructuras (salvo concierto de Steven Wilson y el de Charles Aznavour hace unas semanas). Y este tema se encasilla ahí, con piano ejecutado por el propio Metheny, un buen tipo y un dotado multiinstrumentista que ejecuta todo lo que se escucha en este disco, desde teclado, piano, bajo, etc, salvo la batería a cargo de Antonio Sanchez.Un excelente disco, lleno de minimundos. Qué más se puede esperar de John Zorn?? La verdad que el hombre lo ha hecho todo y todo de gran calidad, pero yo le pido una cosa más: Una sinfonía apocalíptica, una con la cual termine el mundo. Es difícil superar en oscuridad a los trabajos de Schonberg, de Varese, a algunas sinfonías de Shostakovich, o a las bizarras obras maestras de Gubaidulina, sobre todo en sonoridad sombría, pero siento que John Zorn puede hacerlo, por la sencilla razón de que hay algo monstruoso en su ser.


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