domingo, 19 de febrero de 2012

Enter the Void (Gaspar Noé, 2009)


Pareciera buscar las respuestas últimas, las difíciles o imposibles de hallar.
Una cámara que vaga circularmente, buscando, indagando en aquello que empezó pero que no se sabe cuándo. ¿Cuál es el origen de la tragedia? No solo de ellos, sino de la de todos ¿cuándo todo empezó a funcionar mal? ¿Es el destino o solo se trata de suerte?¿o es más bien que todo siempre ha sido disfuncional y solo a ratos la vida es diversa de aquello?
Gaspar Noé, al parecer busca y busca, retrocede, duda, avanza, se descoloca, talvez su intención no es encontrar y solo el buscar es su vocación. No sabe muy bien las respuestas o más bien se trata de que aquellas no existen. En esa exploración artística se encuentra con Haneke, quien tampoco, con más seriedad y menos excesos, encuentra algo.
En “Solo contra Todos”, su búsqueda era casi efectista, una indagación facilista y que trataba de impactar por sobre hacer pensar, tanto así, que el causa-efecto es insípido y obvio. La investigación de lo inaugural lo lleva a contar desde el final en “Irreversible”. La violación es solo pirotecnia y sensacionalismo en una película que tenía por objeto otro distinto: Nuevamente el origen de la tragedia, aunque este sea casi de teleserie.
“Enter the Void” debe ser la máxima expresión del espíritu del director argentino, talvez la película que siempre quiso realizar. Es probable que ha llegado a su madurez artística. Una escalera en descenso que dura excesivos 159 minutos, aunque por momentos suceden cosas más que interesantes como la muerte del protagonista, dándonos a conocer que ese es el comienzo de la desventura, sin embargo, todo empezó antes y eso que antes había empezado también tenía un principio, y sus efectos desencadenan en otros y estos provocan otras desdichas. O el tema de los hermanos, son temas bien tratados, siempre en círculos, en ordenes elípticos y por momentos demenciales, tal como la cámara que gira y gira en “Irreversible”, una cámara que no es más que el reflejo de la idea de origen y fin del artista, una relación mancomunada, tal como un ouroboros.  Planos siempre en picada (desde arriba) como si un maldito demiurgo observara su fatal creación. Observación a distancia de una realidad en la cual no quiere verse comprometido. No quiere entrar al vacío.
Noé es un buen director, pero tiene una ética compleja, no sé muy bien si su indagación es parte de esa ética, o si es la falta de esta la que lo lleva al exceso, o es quizá que su incertidumbre y perplejidad lo llevan a lugares más bien incómodos o incomprensibles (las relaciones sexuales, pene incluido, al final de la película). Pero es esa misma exploración, con la calificación que tenga, la que lo hace ser un director, más por esta película, que merece sino fanatismo mucha atención.

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