sábado, 26 de octubre de 2013

Kayo Dot - Hubardo (2013). Una gran obra maestra.




El sol, clara antorcha de la bóveda celeste, no penetra los cuerpos densos; por eso en las partes que le dan la espalda permanece la sombra. Y aunque esta es la más vil de todas las cosas su uso no tiene mucha utilidad para los astrónomos. Pero el sol ha otorgado muchos dones a los filósofos, y su sombra, porque permite finalizar la obra de arte de fabricar oro.” Así se indica bajo el grabado del Emblema XLV de la obra alquímica de Michael Maier.

Y es que Toby Driver ha vagado desde hace años entre las sombras (desde maudin of the Well hasta Tartar Lamb), siempre como un guía espiritual, un cuerpo denso, un adalid tenebroso, un líder alquimista que busca la belleza desde la oscuridad, transformando mágicamente el llamado pavor existencial en arte. Su trabajo en la música es equivalente a la historia del poeta y protagonista de este álbum: De la Devastación llega a la Luminiscencia.

Hubardo tiene elementos que la hacen una obra indispensable. Son 97 minutos que recorren este áálbum doble, con secciones instrumentales realmente bellas por momentos y violentísimas por otras, derrochando conceptualidad y poesía. Poesía de la decadencia, de la desgracia, tal vez un sueño o una pesadilla: Cuenta que cae una piedra desde el cielo y narra los días siguientes en la vida de un poeta  y su metamorfosis alquímica, oculta, apocalíptica, tal como Orfeo y su descenso al Infierno, tal como en La Carretera de Cormac McCarthy. Es el viaje a la muerte para encontrar la luz. Es la aterradora realidad de lo que se está terminando, de lo que va muriendo y ante lo cual, la poesía sería lo único digno y rescatable de esta vida, el poeta como un redentor ante la nada. Nada sobrevive, nada sobrevivirá, solo aquello que nace desde lo profundo del alma, y el poeta obedece aquel mandato espiritual para ser quien lleve adelante la vida, y la haga renacer desde un nuevo inicio, para verla crecer a partir de lo que realmente vale e importa y así hacerla esencial.

El inicio de “The Black Stone” funciona como prólogo de lo que sucederá, es el comienzo del fin. Con guitarras simples y voz gutural y desgarradora ausente de melodía alguna de Jason Byron. Es la voz de la muerte,  como si el mismo Leviatán que mencionan aquellos gruñidos narrara la caída de la piedra de fuego en el silencio de la noche: “In the hush of the night , The stone from the sky”. Su tremenda oscuridad y demencia recuerda por momentos a la teatralidad de Scott Walker. Luego, a partir de los seis minutos muta a un post-rock progresivo muy sugerente que desenlaza en un speed violento y animal.

En “Crown in the Muck” se describe el paisaje resultante de la tragedia. Se inicia  con escalas progresivas que más que demostrar virtuosismo intenta plasmar una atmosfera perturbadora, y lo logran satisfactoriamente a través de las repeticiones de las mismas. Estos primeros cuatro minutos son uno de los tantos puntos altos del disco, que es mezcla de locura, placer, psicodelia, en el que incluso aparece sorpresivamente el sonido de un saxofón a cargo de Daniel Means que solo hace que el tema suba aún más su calidad. Notas perfectas y que inquietan en su ejecución. Magistral. Luego, en una característica del disco, la composición se transforma en rabia, y los versos hablan por sí solos: “The black eye sleeping in an open grave”, es la caverna que ha creado la piedra caída desde el cielo. Es el grito de la desesperación y la angustia que finaliza en un speed cargado al grindcore-jazz muy de John Zorn y Naked City. Una composición histórica.

El thrash metal violento inicial de “Thief” es una máscara de lo que vendrá a continuación y es que sus minutos siguientes son puro rock-progresivo experimental. Con un trabajo preponderante, sólido y admirable de batería por parte de Keith Abrams. Bastante atonal esta sección en cuerdas, incluso dodecafónicas podrían pensarse, y completamente etérea y fantasmal en voz. A continuación nace una sección que suena antigua y heredera del jazz-rock de los 70´, debido principalmente a la irrupción de un teclado que suena a melotrón u órgano y también se hace presente un saxofón impetuoso, pero siempre con preeminencia del doom metal, sobre todo en bajo y batería. Una nomenclatura soberbia, con una letra compleja, poética y sumamente subjetiva, indefinición que  vaga entre lo real y lo onírico, un sueño suicida.
En “Vision Adjustment To Another Wavelenght” el caos se presenta en notas cortantes y breves, con un grito de saxofón que adorna la creación. Arritmias decadentes. Alaridos desgarradores. Una composición stravinskiana sin armonías y saltos sin orden en el pentagrama, sin métrica en su inicio. Luego aparece una sección de flauta realmente atrayente, cuya ensoñación recuerda el impresionismo debussiano del famoso preludio. Una nueva sección que topa con el absoluto.

Un metal progresivo con toques de doom metal y post-rock de alto vuelo se presenta en “Zlida Caosgi”, también se asoma algo de música de cámara, con percusiones nuevamente a gran nivel, como todo el disco equiparable incluso con lo mejor de Opeth en su faceta death metal.

Luego se asoman dos composiciones suaves y umbrosas: The First Matter (Saturn in the Guise of Sadness) y The Second Operation (Lunar Water). La primera es una especie de composición ambiental, con una línea de bajo que predomina, al igual que los sintetizadores y en su suave oscuridad quisiera demostrar la cadencia del caminante que desfallece, llevando entre sus manos la semilla, la materia prima, que permitirá recobrar lo muerto. Es el mismo poeta, y su arte, la semilla que será el cimiento. Luego, una fracción de experimentación noise de elementos electrónicos, un halo musical. La segunda es propia del lado docto y de cámara de Toby Driver y en sus 13 minutos hace alarde de lo que hizo en su magnífico disco solista “In The L..L..Library Loft” del 2005 del sello Tzadik. En la pieza se luce un solo de violín a cargo de Mia Matsumiya, demostrando que estamos ante talentos gravitantes. Luego aparecen coros semi fantasmales y a continuación un solo espectral de saxo, el cual ha sido doblado. El poeta observa la noche que lo rodea y al parecer sueña. Una mágica y letárgica obra maestra.

Con Floodgate volvemos al metal del más radical y violento aunque con pequeños toques de free-jazz, y con un Toby Driver dejando las tripas en el micrófono con guturales alucinantes y apocalípticos, que terminan con unos versos hermosos: “As an unfinished rhyme, as a grief-laden breeze”… Una rima sin terminar, como una brisa cargada de dolor.

La mejor pieza del álbum puede ser “And he built him a Boat”, que es un post-rock poderosísimo y que tiene un espíritu tan demoníaco y virtuoso que, me atrevo a decir, no había escuchado nunca unas notas que llegasen a expresar tan crudamente el concepto general del álbum. La voz de Driver vuelve a retomar esa característica teatralidad heredada del genio Scott Walker, que se esclarece con el verso susurrado “Sacrificed food and rest for ever”, que como elemento de manipulación suena de un modo perfecto. Son más de 7 minutos de elecciones musicales virtuosas y honestas, incluso épicos debido a los coros que pareciesen creados por el mismísimo Morricone.

“Passing de River” es una balada suave con elementos vocales incluso pop por parte de Toby Driver, en unos de las composiciones más accesibles del disco, por lo menos en su parte inicial, ya que se desarrolla con ruidismo de guitarras y luego volvemos a la psicodelia destructiva y al post-rock, con elementos de viento. En su intrincada letra puedo hacer analogía con la barca de Caronte que es la conductora entre los dos mundos. Por su parte, la letra da pie para hacer un cierto paralelo con la obra de T. S. Eliot, sobre todo en esa aparente sobriedad, compleja desde luego, por lo menos la de “Tierra Baldía”, en esa esterilidad teórica llevaba a la perfección a los versos. O también con los poetas metafísicos ingleses o el mismo Dante, o con el norteamericano John Ashbery (Autorretrato en espejo convexo).  Aunque obviamente, guardo las proporciones al momento de la comparaciones, ya que Driver recurre en demasía a las descripciones de la naturaleza, en una característica de todas las letras del álbum: los ríos, las piedras, las aguas, los árboles, etc., dejando de lado un análisis más metafísico de lo que observa y su relación con el ser.

Quizás el único punto bajo del álbum viene con el inicio de “The wait of the World”, pero no debido a su calidad, ya que es excelente, sino porque su sonido se encuentra un poco fuera de la órbita y concepto del disco, debido principalmente a que su jazz-rock inicial muy zappiano está alejado de él. Suena un poco fuera de contexto, pero luego se enriela y llega a los mismos niveles altísimos de todo el disco. En su letra al parecer hace mención a la muerte del poeta, y lo hace un adiós similar al de Dead Man de Jim Jarmusch.

Toby Driver y los suyos desde hace mucho sentaron en sus piernas a la belleza, la hallaron amarga, y la escupieron, tal como Rimbaud lo hiciera hace más de un siglo, pero algo maestro ha nacido de esa exhalación, algo de dimensiones artísticas tremendas, tal como en la pintura lo han hecho Francis Bacon, el accionismo vienés, Joel-Peter Witkin, y tantos otros que han visto en el fin el principio de la belleza. Una naciente alquimia en el apocalipsis. “¡Ah! ¡Ascender de nuevo a la vida! Poner los ojos en nuestras deformidades. Y este veneno, ¡este beso mil veces maldito! ¡Mi debilidad, lo cruel de este mundo! ¡Dios mío, piedad, escondedme, me comporto demasiado mal! - Estoy escondido y no lo estoy. Es el fuego quien se reanima con su condenado.” Una gran obra maestra.






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