El sol, clara antorcha de la bóveda celeste,
no penetra los cuerpos densos; por eso en las partes que le dan la espalda
permanece la sombra. Y aunque esta es la más vil de todas las cosas su uso no
tiene mucha utilidad para los astrónomos. Pero el sol ha otorgado muchos dones
a los filósofos, y su sombra, porque permite finalizar la obra de arte de fabricar
oro.” Así se indica bajo el grabado del Emblema XLV de la obra alquímica de
Michael Maier.
Y es que
Toby Driver ha vagado desde hace años entre las sombras (desde maudin of the
Well hasta Tartar Lamb), siempre como un guía espiritual, un cuerpo denso, un
adalid tenebroso, un líder alquimista que busca la belleza desde la oscuridad,
transformando mágicamente el llamado pavor existencial en arte. Su trabajo en
la música es equivalente a la historia del poeta y protagonista de este álbum:
De la Devastación llega a la Luminiscencia.
Hubardo
tiene elementos que la hacen una obra indispensable. Son 97 minutos que recorren este á“álbum doble, con secciones
instrumentales realmente bellas por momentos y violentísimas por otras, derrochando
conceptualidad y poesía. Poesía de la decadencia, de la desgracia, tal vez un
sueño o una pesadilla: Cuenta que cae una piedra desde el cielo y narra
los días siguientes en la vida de un poeta y su metamorfosis alquímica, oculta, apocalíptica,
tal como Orfeo y su descenso al Infierno, tal como en La Carretera de Cormac
McCarthy. Es el viaje a la muerte para encontrar la luz. Es la aterradora
realidad de lo que se está terminando, de lo que va muriendo y ante lo cual, la
poesía sería lo único digno y rescatable de esta vida, el poeta como un
redentor ante la nada. Nada sobrevive, nada sobrevivirá, solo aquello que nace
desde lo profundo del alma, y el poeta obedece aquel mandato espiritual para
ser quien lleve adelante la vida, y la haga renacer desde un nuevo inicio, para
verla crecer a partir de lo que realmente vale e importa y así hacerla
esencial.
El inicio de “The Black
Stone” funciona como prólogo de lo que sucederá, es el comienzo del fin. Con
guitarras simples y voz gutural y desgarradora ausente de melodía alguna de
Jason Byron. Es la voz de la muerte,
como si el mismo Leviatán que mencionan aquellos gruñidos narrara la
caída de la piedra de fuego en el silencio de la noche: “In the hush of the
night , The stone from the sky”. Su tremenda oscuridad y demencia recuerda por
momentos a la teatralidad de Scott Walker. Luego, a partir de los seis minutos
muta a un post-rock progresivo muy sugerente que desenlaza en un speed violento
y animal.
En “Crown in the Muck” se
describe el paisaje resultante de la tragedia. Se inicia con escalas
progresivas que más que demostrar virtuosismo intenta plasmar una atmosfera
perturbadora, y lo logran satisfactoriamente a través de las repeticiones de
las mismas. Estos primeros cuatro minutos son uno de los tantos puntos altos
del disco, que es mezcla de locura, placer, psicodelia, en el que incluso aparece
sorpresivamente el sonido de un saxofón a cargo de Daniel Means que solo hace
que el tema suba aún más su calidad. Notas perfectas y que inquietan en su
ejecución. Magistral. Luego, en una característica del disco, la composición se
transforma en rabia, y los versos hablan por sí solos: “The black eye sleeping
in an open grave”, es la caverna que ha creado la piedra caída desde el cielo.
Es el grito de la desesperación y la angustia que finaliza en un speed cargado
al grindcore-jazz muy de John Zorn y Naked City. Una composición histórica.
El thrash
metal violento inicial de “Thief” es una máscara de lo que vendrá a
continuación y es que sus minutos siguientes son puro rock-progresivo
experimental. Con un trabajo preponderante, sólido y admirable de batería por
parte de Keith Abrams. Bastante atonal esta sección en cuerdas, incluso
dodecafónicas podrían pensarse, y completamente etérea y fantasmal en voz. A
continuación nace una sección que suena antigua y heredera del jazz-rock de los
70´, debido principalmente a la irrupción de un teclado que suena a melotrón u
órgano y también se hace presente un saxofón impetuoso, pero siempre con
preeminencia del doom metal, sobre todo en bajo y batería. Una nomenclatura
soberbia, con una letra compleja, poética y sumamente subjetiva, indefinición
que vaga entre lo real y lo onírico, un
sueño suicida.
En “Vision Adjustment To Another Wavelenght” el caos se
presenta en notas cortantes y breves, con un grito de saxofón que adorna la
creación. Arritmias decadentes. Alaridos desgarradores. Una composición stravinskiana
sin armonías y saltos sin orden en el pentagrama, sin métrica en su inicio.
Luego aparece una sección de flauta realmente atrayente, cuya ensoñación
recuerda el impresionismo debussiano del famoso preludio. Una nueva sección que
topa con el absoluto.
Un metal
progresivo con toques de doom metal y post-rock de alto vuelo se presenta en “Zlida
Caosgi”, también se asoma algo de música de cámara, con percusiones nuevamente
a gran nivel, como todo el disco equiparable incluso con lo mejor de Opeth en
su faceta death metal.
Luego se asoman dos composiciones suaves y umbrosas: The First Matter (Saturn in the
Guise of Sadness) y The
Second Operation (Lunar Water). La primera es una especie de composición
ambiental, con una línea de bajo que predomina, al igual que los sintetizadores
y en su suave oscuridad quisiera demostrar la cadencia del caminante que
desfallece, llevando entre sus manos la semilla, la materia prima, que
permitirá recobrar lo muerto. Es el mismo poeta, y su arte, la semilla que será
el cimiento. Luego, una fracción de experimentación noise de elementos electrónicos,
un halo musical. La segunda es propia del lado docto y de cámara de Toby Driver
y en sus 13 minutos hace alarde de lo que hizo en su magnífico disco solista “In
The L..L..Library Loft” del 2005 del sello Tzadik. En la pieza se luce un solo
de violín a cargo de Mia Matsumiya, demostrando que estamos ante talentos
gravitantes. Luego aparecen coros semi fantasmales y a continuación un solo
espectral de saxo, el cual ha sido doblado. El poeta observa la noche que lo
rodea y al parecer sueña. Una mágica y letárgica obra maestra.
Con Floodgate volvemos al metal del más radical y violento
aunque con pequeños toques de free-jazz, y con un Toby Driver dejando las
tripas en el micrófono con guturales alucinantes y apocalípticos, que terminan con unos versos hermosos: “As an unfinished rhyme, as a
grief-laden breeze”… Una rima sin terminar, como una brisa cargada de dolor.
La
mejor pieza del álbum puede ser “And he built him a Boat”, que es un post-rock
poderosísimo y que tiene un espíritu tan demoníaco y virtuoso que, me atrevo a
decir, no había escuchado nunca unas notas que llegasen a expresar tan
crudamente el concepto general del álbum. La voz de Driver vuelve a retomar esa
característica teatralidad heredada del genio Scott Walker, que se esclarece
con el verso susurrado “Sacrificed food and rest for ever”, que como elemento
de manipulación suena de un modo perfecto. Son más de 7 minutos de elecciones
musicales virtuosas y honestas, incluso épicos debido a los coros que pareciesen
creados por el mismísimo Morricone.
“Passing
de River” es una balada suave con elementos vocales incluso pop por parte de
Toby Driver, en unos de las composiciones más accesibles del disco, por lo
menos en su parte inicial, ya que se desarrolla con ruidismo de guitarras y
luego volvemos a la psicodelia destructiva y al post-rock, con elementos de
viento. En su intrincada letra puedo
hacer analogía con la barca de Caronte que es la conductora entre los dos
mundos. Por su parte, la letra da pie para hacer un cierto paralelo con la obra
de T. S. Eliot, sobre todo en esa aparente sobriedad, compleja desde luego, por
lo menos la de “Tierra Baldía”, en esa esterilidad teórica llevaba a la
perfección a los versos. O también con los poetas metafísicos ingleses o el
mismo Dante, o con el norteamericano John Ashbery (Autorretrato en espejo
convexo). Aunque obviamente, guardo las
proporciones al momento de la comparaciones, ya que Driver recurre en demasía a
las descripciones de la naturaleza, en una característica de todas las letras
del álbum: los ríos, las piedras, las aguas, los árboles, etc., dejando de lado
un análisis más metafísico de lo que observa y su relación con el ser.
Quizás
el único punto bajo del álbum viene con el inicio de “The wait of the World”,
pero no debido a su calidad, ya que es excelente, sino porque su sonido se
encuentra un poco fuera de la órbita y concepto del disco, debido
principalmente a que su jazz-rock inicial muy zappiano está alejado de él.
Suena un poco fuera de contexto, pero luego se enriela y llega a los mismos
niveles altísimos de todo el disco. En su letra al parecer hace mención a la
muerte del poeta, y lo hace un adiós similar al de Dead Man de Jim Jarmusch.
Toby
Driver y los suyos desde hace mucho sentaron en sus piernas a la belleza, la
hallaron amarga, y la escupieron, tal como Rimbaud lo hiciera hace más de un
siglo, pero algo maestro ha nacido de esa exhalación, algo de dimensiones
artísticas tremendas, tal como en la pintura lo han hecho Francis Bacon, el
accionismo vienés, Joel-Peter Witkin, y tantos otros que han visto en el fin el
principio de la belleza. Una naciente alquimia en el apocalipsis. “¡Ah!
¡Ascender de nuevo a la vida! Poner los ojos en nuestras deformidades. Y este
veneno, ¡este beso mil veces maldito! ¡Mi debilidad, lo cruel de este mundo!
¡Dios mío, piedad, escondedme, me comporto demasiado mal! - Estoy escondido y
no lo estoy. Es el fuego quien se reanima con su condenado.”
Una gran obra maestra.
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