No
estoy acostumbrado a repartir flores. Las ganas de despedazar las cosas son
mucho mayores siempre. Claramente esa actitud no es gratuita: el 80% de las
películas son malas, el 15% están bien y tan solo el 5% restante son muy buenas
ya sea en un aspecto objetivo o por una cosa más bien personal. “Historias
Extraordinarias” está por lejos en ese 5%, y aquello es objetivo. Mariano
Llinás, su director, nació hace poco: es del 1975, pero filma con una seguridad
y bagaje que hace pensar que se trata de un hombre entrado en años. No he visto
sus trabajos anteriores, cosa que haré lo más pronto posible, pero no cabe duda
que es un talentoso, y claramente su nombre, si es que ya no lo es, será algo
repetido en las elites cinéfilas mundiales. Ahora, algo me hace pensar que se
puede transformar en un eremita, en una ficción, algo muy parecido a un Borges,
o más bien a un Macedonio Fernández: alguien que no se sabe si es un mito o una
realidad, un personaje metido en nuestra dimensión que aparece y desaparece sin
notificación alguna. En “Historias Extraordinarias” hay de todo, hay un universo
inmenso, y no me refiero a su extensa duración (ni más ni menos que 4 horas 13
minutos), en la que nada sobra, y hasta los detalles mínimos e incluso insulsos
no sobran para nada. Hay amor, hay terror, hay erotismo, hay locura, hay de
todo. Y en ese diccionario aparecen diversos estilos de narrar: el retrato, el
antirelato, el laberinto, el circulo, el monologo, el ensayo fílmico. Todos,
temas y estilos, realizados con experticia total. Lo esencial de este film, lo
cual es discutible, es la narración que sostiene toda la película, y aquella es
de tal originalidad y tan maestramente escrita, que uno no puede más que
sentarse y dejarse llevar por los misterios de la vida de los protagonistas.
Una narración heredado de Borges o Cortazar, una verdadera novela escrita con
una inteligencia exquisita y sublime, o también muy cercana al mejor Bolaño
(aunque no hay nada en él que baje de ese nivel), cercana a “Los Detectives
Salvajes” o por momentos a “2666”, en las cuales nacen una serie
de personajes que realizan actitudes raras, sin explicaciones razonables más
que el instinto o el miedo, o la curiosidad y las ganas de saber. También
recuerda a Perec, a “La vida, instrucciones de uso”, una narración laberíntica
espectacular. Por momentos me recordé a Hawthorne y su magnífico “Wakefield”,
debido a las actitudes extrañas sin razones visibles, que solo encuentran
explicación en la psicología de cada personaje. Extrañamente estoy hablando más
de literatura que de cine, pero es que es imposible no hacer un inmenso hincapié
en aquello, y quizás teóricamente, en cuanto a las imágenes, puede tener
detalles, pero aquellos no obstan para nada para calificarla como una película
absoluta y total. Puedo decir con seguridad, que anoche he visto una de las mejores películas de mi vida.
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